Esta mañana participé en una reunión informal y discreta de acercamiento político entre activistas del llamamiento a anular el voto en las elecciones municipales que tendrán lugar en dos semanas más en México. No se trata de corrientes ni de grupos políticos sino que de iniciativas inorgánicas que surgieron simultánea y medio espontáneamente, hace un par de meses atrás o más, sobre todo en el DF y en Jalisco.
En total había poco más de veinte personas en un aula universitaria que les quedaba grande. Los había dirigentes sociales, académicos, estudiantes universitarios y profesionales diversos, gente entre los veinticinco y los sesenta años. Un par de ellos había obtenido cobertura en medios de comunicación en torno a esta propuesta. Todos expresaron no tener militancia política, cuestión que en algo alivió mi temor fundado a sufrir las consecuencias de estar participando, como extranjero y turista, en un mitín político en torno a una propuesta cuya legalidad ha sido cuestionada por algunas altas autoridades nacionales por considerársela contraria al Estado democrático de derecho, ¡qué contradicción!
Por lo pronto, la ausencia de vínculos partidistas me da una posibilidad, en caso de necesidad, de justificar mi presencia en esa reunión como una cuestión de interés politológico lo que, en honor a la verdad, es en parte el caso.
Se me invitó para contarles un poco sobre la iniciativa de Asamblea Constituyente chilena que ha encabezado el abogado de DDHH Roberto Garretón, y a la cuál adhiero en mi fuero interno aunque no la haya podido suscribir aún formalmente por culpa de la inoperancia del sitio web respectivo. Dicha propuesta se diseñó con motivo de las elecciones municipales del año pasado y no ha alcanzado la visibilidad que, a mi modo de ver, amerita, ni parece haberse actualizado con motivo de la presidencial de diciembre.
Al momento de tomar la palabra me pusieron una grabadora sobre las hojas garabateadas que llevaba para la ocasión y, haciendo gala del refrán “persona precavida vale por dos”, ocupé los primero segundos para presentarme en calidad de investigador, sociólogo, observador de temas políticos y corresponsal de El Citizen. No creo haberme tirado los peos demasiado arriba del culo.
En la reunión quedó claro que ambas iniciativas, la chilena y la mexicana, tienen objetivos y características muy distintos aunque comparten una lógica común, cuál es hacer uso de los procesos electorales para generar movimientos que sean capaces de poner en evidencia la “crisis de representatividad” que pareciera ser una norma en muchas democracias latinoamericanas, y de posicionar demandas por cambios estructurales en la política y, más ampliamente, en la cosa pública.
En Chile esta iniciativa tiene un objetivo unitario que consiste en hacer que tenga lugar un proceso legal y representativo de elaboración, consulta y promulgación de una nueva Constitución Política, sin recurrir a la anulación del voto. En Chile, la ley reconoce como nulos los votos que expresan más de una preferencia: si el votante marca a dos candidatos, o si marca a uno y escribe el nombre de otro, para dar un par de ejemplos clásicos, el voto se anula. Si no marca a ninguno o escribe cualquier cabeza de pescado que no signifique preferencia por un candidato, el voto es blanco. Así las cosas, el votante puede escribir en la cédula “Asamblea Constituyente ahora” y, a la vez, emitir un voto válido, nulo o blanco, como sea su voluntad.
En México la cosa es más dispersa y menos aterrizada. Por una parte, pareciera ser que la ley electoral tiene un vacío al respecto y, por lo mismo, los consejos electorales gozan de mayor discrecionalidad. A saber que la discrecionalidad es enemiga de la legalidad entendida ésta como un conjunto prevalente de reglas claras, y que en México esto se traduce la más de las veces en influencias impropias, por no decir tráfico de influencias y mordisco económico.
Pero más allá de esta cuestión legal, el llamamiento mexicano no tiene un objetivo claro sino más bien manifestar un malestar ciudadano a través de la anulación del voto. Desde ya, la adhesión a esta iniciativa, por lo que expliqué anteriormente, depende en parte de que la gente esté dispuesta a anular su voto en desmedro de una eventual preferencia por un candidato, disyuntiva que formalmente en Chile no se plantea. Luego, ¿quién canaliza ese malestar? ¿Quién interpreta legítimamente esos votos nulos? De esa eventual cantidad de votos nulos, ¿cuántos son manifestación de rechazo al sistema político y a sus actores (o sea, de adhesión a esta iniciativa), cuántos son nulos por error de los votantes (más común de lo que se cree entre población analfabeta y semi analfabeta, y por defecto en zonas rurales), y cuántos expresan reclamos o proclamas de otro orden: “no al TLC con USA”, “viva Zapata”, “la gripe porcina es culpa de Carstens” (el obesísimo Ministro de Hacienda mexicano).
Y suponiendo que primara una interpretación integrada del voto nulo como expresión de malestar con el sistema político y sus actores, ¿quién capitaliza esa manifestación de rechazo? ¿Cómo se traduce en un proyecto? ¿Quién o qué idea queda habilitada para hablar en nombre de esos críticos del sistema? Estas son algunas de las dudas que le planteé a la reducida tribuna. A lo que unos respondieron que la voz autorizada y natural era López Obrador y su Proyecto Alternativo de Nación, llevando a otros a poner el grito en el cielo alegando que AMLO no los interpretaba y que, al contrario, era un actor intrasistémico que daba señales de sobra de ser un polaco más (léase, un político en contra de cuyas malas prácticas se yergue, precisamente, esta iniciativa).
Ahí se trenzó un largo debate acerca de si era compatible o no oponerse al sistema político en su forma actual y tratar de cambiarlo desde dentro. Obviamente ganó la idea de que era incongruente llamar a anular el voto y, a la vez, pretender que esta protesta fuera capitalizada por un lider político que está llamando a apoyar a determinados candidatos de los partidos “pequeños” de izquierda (el PT, Convergencia y el PSD al que pertenece formalmente y del que quieren expulsarlo por mirar hacia el lado).
En el llamado que todos ellos hacen y en los términos en que lo plantean subyace indefectiblemente la hipótesis de que, en el estado actual de las cosas, es inverosímil aspirar a cambios políticos profundos a través de la representación formal y que esta iniciativa viene a ser una solución intermedia que sortea el fracasado postulado revolucionario.
Otra postura que se planteó sostenía que un voto masivo de protesta hablaba por sí solo y que no era necesario capitalizarlo. Según esta hipótesis, la “clase política” no podría hacerse la sorda frente a, dijo alguien, una proporción de votos nulos significativa, ojalá cercana al 50%, y que estaría obligada a “oir a la gente” y a virar hacia una democracia participativa y a rendirle cuentas a la ciudadanía. Me gané la ofuscación de una parte de la tribuna, y el desánimo de resto, al plantear que esto último conllevaba una triple ingenuidad.
Primero, ingenuidad al pensar siquiera en acercarse al 50% pues las elecciones eran inminentes y el llamamiento tenía una difusión ínfima (y de encuestas nada se sabía), ya fuera por culpa de la colusión y servidumbre de los medios con el poder como por el error y la dispersión de la (falta de) estrategia que habían desarrollado. Sumado a ello el que, hasta dónde abarca mi ignorancia, no ha habido en la historia electoral del planeta un cómputo superior al 10 o 15% de votos nulos.
Segundo, (invocando el discurso de Lagos cuando gana la segunda vuelta y el de Bachelet en igual circunstancia) porque la “clase política” puede afirmarle a la chusma que “he oído vuestro mensaje” y que ha llegado la hora de “abrir la participación”, respectivamente, sin que aquello se traduzca en hechos. Un ejemplo más actual es la candidatura de MEO contra el achanchamiento de la Concertación, que probablemente se traduzca, en caso de lograr inscribir su candidatura, en un apoyo superior al 90% de sus votantes en segunda vuelta en favor del chancho de Frei.
Tercero, porque la “crisis de representación” que supone este planteamiento, es decir la idea que proviene de la ciencia política y que sostiene que se ha roto el vínculo orgánico entre sistema político y ciudadanos, en estricto rigor no es una crisis: una crisis es algo que pone en riesgo un sistema, como la crisis subprime que pone en riesgo el sistema financiero global y que explica los billones de dólares que se ha gastado en recomponerlo, o la crisis argentina de 2001 que puso en riesgo el sistema político de ese país.
Lo del movimiento masivo de desobediencia civil en 2006 en torno a la candidatura de AMLO fue, efectivamente, una crisis pero, desde entonces, la convivencia y la institucionalidad políticas en México retomaron su curso, la gente volvió a sus casas y a sus rutinas, se constituyeron nuevas alianzas políticas y se reordenó el mapa de partidos. Y en las elecciones actuales, a parte del poco difundido llamamiento en cuestión, hay una participación masiva de candidatos y una aceptación implícita de las reglas del juego.
Por ahí el malestar se traduce en un abstencionismo masivo, cosa nada nueva, lo que, para blindar la legitimidad de los procesos electorales, se excluye del cómputo en todos los rincones del planeta. Si se quiere crisis, tiene que haber episodios detonantes y en este caso no los hay, tan sólo se percibe un malestar difuso, inorgánico, que más se traduce en desinterés y desvinculamiento que en otra cosa.
Al final de la reunión se me agradeció amablemente haber participado aunque los ojos de los contertulios expresaban un dejo de depresión y un indeclarable sentimiento de arrepentimiento por haberme invitado a dar mi opinión.
En Chile sucede lo mismo y el llamado a Asamblea Constituyente ha pasado sin pena ni gloria. Por ahí me tomo el tiempo, más adelante, de convencer al Citizen y a sus lectores a que se hagan parte de esta inciativa. Por lo pronto me atrevo a mencionarles que El Citizen Almeida prepara, según una información que llegó a mis oídos, una invitación para que tod@s y cada un@ realizemos una simple pero emblemática performance electoral en diciembre. No les puedo contar más pero al menos ayudo a crear un poco se suspenso.
Comparto con Hilgo que la estrategia colectiva de anular (esperando que ocurra algo) es bastante ingenua ...
ResponderEliminarPero no estaría demás analizar la abstensión, aunque su valor político es casi imposible de determinar. La abstención puede llegar a anular una elección, al restarle legitimidad al proceso.
Cuando se abra el padrón electoral a todos mayores de 18 años, será más fácil tener cifras de abstención real.
Por ejemplo, en Chile el padrón electoral de las elecciones de presidenciales de 2005 era de 8.220.897 personas, votaron 7.207.278 electores. Abstención 12,3%.
Sin embargo la población en edad de votar era de 11 millones de personas. Es decir, solo voto el 65% de las personas en edad de votar (por ejemplo, votó por la Presidente solo un 33% de los potenciales electores).
No he dicho que "la estrategia colectiva de anular es ingenua", he dicho más o menos lo contrario: que es políticamente ingenuo llamar a anular sin una estrategia colectiva detrás.
ResponderEliminarLuego, analizar el significado político del abstencionismo no tiene nada de imposible, ni siquiera tiene mucha dificultad: por mencionar el caso mexicano, donde el abstencionismo tiene cifras record como en Ciudad Juárez (superior al 70%), el Instituto Electoral Federal, los Institutos Electorales Estatales y las universidades y centros de estudio se han abocado a esta tarea. Basta con entrevistar una muestra de votantes nominales que no asistieron a votar (en el caso de los IE, que tienen acceso a esa información) o de construir sus propias muestras en el caso de los estudios independientes. Al respecto hay literatura de sobra en todos los rincones del planeta.
Tercero, no conozco ningún caso de una elección que se haya anulado con motivo de un alto abstencionismo que le restara legitimidad al proceso, como dices. Precisamente expliqué en uno de los últimos párrafos que la abstención no se incluye en los cómputos para blindar la legitimidad de los procesos.
"Cuando se abra el padrón electoral a todos los mayores de 18 años, será más fácil tener cifras de abstención real". Pues bien, en Chile el padrón está abierto desde hace varios meses y hasta el 13 de septiembre. A su vez, las cifras de "abstención real" en Chile son de público conocimiento, así como las de personas en edad de votar que no se inscriben y que tú mismo citas.
Sr. Hilgo veo que el punto es el oposicionismo en vez de tratar de dialogar. Ahí van algunas aclaraciones, pues parece que me expresé mal (no será la primera vez)
ResponderEliminar1° Cuando se decide anular esperando que "ocurra" algo a posteriori, es claramente que no hay estrategia detrás. La estrategia es solo anular.
2° Obviamente, los actos electorales solo serán declarados nulos automáticamente si requieren cuorum mínimo, y éste no se alcanza. Como ocurrió con el Referendum italiano (aunque aquí las consecuencias son otras, no la repetición de los comicios). Sin embargo, al no gozar de legitimad, perfectamente un parlamento puede anular el resultado de una elección. O bien, derivar en crisis políticas que lleven a la convocatoria de nuevas elecciones. Ello fue lo intentó la oposición venozalana años atrás, pero no le resultó.
3° Más allá de interpretaciones más o menos acertadas que puedan hacerse, es bastante difícil determinar el "valor político" de la abstención en una elección, pues esta tiende a ser anónima e inorgánica. Por ejemplo, como interpretamos al 12% que se abstuvo en 2005? En este caso se puede incluir desde el tipo que estaba trabajando, al que protesta contra el sistema, pasando por desencantados, aburridos, gente a la que no le interesa la política e incluso aquel a quien se olvido o le dio lata, y muchos más, etc.
Con respecto a lo último. La cifra de abstención de 2005, no puede incluir a esos casi 3 millones no inscritos, porque ellos no tenían la posibilidad de ir a votar y decidieron no hacerlo.
Faltó pulcritud en el lenguaje, me expresé mal, pues en estricto rigor el padrón electoral está abierto para quien quiera inscribirse. Cuando dije "abrir" (debí decir "ampliar") me refería a incluir a todos los mayores de 18 años en él, a la inscripción automática.
Mucha gente (no es posible establecer cuanta) habría votado en las elecciones de 2005 de haber estado inscrita. A ello me refiero, tendremos las cifras reales luego, porque estaremos todos en el padrón electoral y se verá efectivamente quien, pudiendo votar no lo hizo.
No, no me interesa llevarte la contra gratuitamente, tan sólo creo que si quieres hablar en tono catedrático tienes que utilizar las palabras correctamente, va de suyo, ¿no? Sino, cada cuál dice y entiende lo que quiere y no es ese el objetivo de un debate. Muy al contrario, aquello empobrece el debate. Ahora bien, si un comentarista no se pone metas de opinión muy exigentes, aquello puede obviarse. Pero en tu caso, tú te eriges en sabelotodo y por lo tanto creo que es enteramente legítimo que los demás participantes en los foros, como ha sido efectivamente el caso aquí y en foros anteriores, te exijan un mínimo de precisión idiomática. Yo me limito a discutir los contenidos de lo que escribes y no a interpretar lo que hubieses dicho de haber usado las palabras adecuadas. Por lo mismo, van algunas precisiones:
ResponderEliminar0) En tu primer punto vuelves a construir un argumento taxativo que carece de asidero lógico: anular sería ingenuo. ¿Qué es lo ingenuo? ¿Anular en sí? ¿Anular pensando en que habrá efectos político? ¿Anular sin una estrategia política colectiva?
1) "Elección" (o "actos electorales") y "referéndum" no son sinónimos así como "elección" no es un término genérico que englobe "referéndum". La discusión en cuestión trataba sobre elecciones, es decir sobre votaciones llamadas a dirimir entre varias alternativas, escencia de la democracia formal. No conozco casos de elecciones que requieran de quórum mínimos, si tú conoces alguno te agradeceré me lo indiques. Los referéndum, por su parte, son procesos mediante los cuales se refrenda algo, una ley por ejemplo, es decir en que se busca aprobar o rechazar una propuesta, lo que es muy distinto, en fondo y forma, de elegir algo. Ahí sí se suele fijar mínimos de participación o mínimos de aprobación, pero no es esa la discusión aquí y por lo tanto tu comentario n°2, así como lo planteas, queda fuera del foco del debate.
2) Creo que cuando dices "valor político" te refieres a "significado político". Políticamente, el abstencionismo tiene un "valor" bajo pues no impacta directa ni sustantivamente sobre los resultados electorales, por lo que ya he explicado anteriormente: no forma parte del cómputo electoral. Al contrario, el "significado político" de la abstención es múltiple y puede ser bastante denso, por lo que correspondería hablar de "significados políticos". Tú insistes en que éstos son difíciles de determinar, yo insisto en que aquello no tiene ninguna dificultad ni teórica ni metodológica. Los incontables estudios sobre significado político de la abstención electoral referencian desde impedimentos personales y apolíticos (lata, imposibilidad por trabajo, por encontrarse lejos del local asignado, etc.) hasta sofisticadas elaboraciones políticas colectivas (por ejemplo, movimientos por la deslegitimación colectiva de la política instituída). No veo la dificultad analítica que ello plantea: se puede perfectamente categorizar y cuantificar las lógicas que llevan a la gente a abstenerse de ir a votar, así como interpretar cualitativamente cada una de ellas. La complejidad de un fenómeno no conlleva su imposibilidad o extrema dificulad de análisis. Insisto: hay literatura de sobra al respecto; si sigues pensando que aquel análisis es muy difícil o casi imposible de llevarse a cabo, googlea "abstencionismo electoral" y ponte a leer.
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ResponderEliminar3) Para el caso chileno, y varios otros países, hay que distinguir entre "abstencionismo" e "ininscribismo" (neologismo necesario) por la ausencia de inscripción automática. En términos de "significado político", no es lo mismo incribirse en los registros electorales y no ir a votar, que no inscribirse y renunciar al derecho a voto. Poniéndonos en la hipótesis de la "crisis de representación" de la que hablé anteriormente, en el primer caso se puede suponer una situación significativa de desilusión respecto de la política y, en el segundo, de falta de ilusión. Ahí aparece una complejidad adicional para el análisis pero en ningún caso ello es un factor que imposibilite o dificulte en extremo la posibilidad de estudiar el fenómeno.
4) Insisto en una idea que puse en el foro de un posteo anterior y que fue retomada por otros participantes: es fácil dárselas de comentarista profesional de las reflexiones de otros aferrándose a posiciones radicales e intransigentes, pero elaborar una reflexión propia y someterse al escrutinio de los lectores ya no lo es tanto. Por ello, te insto nuevamente a que transformes tus críticas (que están dispersas, que son parciales y que adolecen de un lenguaje confuso) en un posteo interesante que sea susceptible de estimular en los lectores una reflexión propositiva.
Lo exculpó pues Ud no me conoce. Pero yo no me expreso en lenguaje catedrático (ni trato de dar cátedra a nadie); no soy un sabeloto (estoy lejos de serlo); no me las doy de nada, menos aún de comentarista profesional (si estaría buscando pega en algún medio, en vez de opinar en un Blog); simplemente expreso mis ideas con convicción, me equivoque o no (y si quiere vehemencia), y hago algunos análisis, con mayor o menor acierto ...
ResponderEliminarAhora, bien es cierto que cuando me hacen ataques personales, me tiendo a picar, y a tomar posturas con cierto grado de intransigencia.
Una aclaración, nunca se dijo que había "imposibilidad de estudiar", de interpretar, o de analizar la abstención. Si no que su valor (significado, añade Ud.) político era muy difícil de determinar.
Lo de sabelotodo o catedrático son críticas de contenido que te hago. Me cuesta dejar pasar comentarios erróneos, contradictorios y mal fundamentados cuando desbordan soberbia. ¿Googleaste "abstencionismo electoral"? ¿Donde está la gran dificultad para interpretar la abstención? Existen las metodologías, hay acceso a los datos, sobran las hipótesis y hay una larga oferta de estudios de caso...
ResponderEliminarmedio prepo don Hilgo, no? Asi da susto opinar
ResponderEliminarPues bien don Hilgo. Ya que el politólogo es Ud., ilústrenos. ¿Cuál es el valor de la abstención electoral en la elección presidencial de 2005?. No de hipótesis, sino el valor (significado) real. Yo no lo sé, podría dar una interpretación personal, pero no sé realmente que implica dicha abstención.
ResponderEliminarPD: Si me acusa de tener actitudes de "sabelotodo" y "catedrático", no son críticas de contenido, sino de forma.
Saludos.
JC SCG
El "valor" de la abstención nominal es de 12,36%, el de la abstención real es de 35,39%
ResponderEliminarja ja ja
ResponderEliminar¡ plop !, el valor político de la abtención (significado), tan fácil de determinar, se reduce a dos números. Grande Hilgo, la "política" es definitivamente lo tuyo; o si quieres el arte de evadir las preguntas.
ResponderEliminarSaludos
Huy,esto ya parece "la guerrilla Blogglera!"
ResponderEliminarby by
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