Este escrito no es propiamente un cuento, ya que no se trata de una ficción. Es más bien un anecdotario, recuerdos de conversaciones adolescentes sobre ocasiones en que uno de los nuestros fue sorprendido en plena masturbación. De entre esos recuerdos, hay dos que, a todas luces, ocupan un lugar privilegiado en mi memoria.
Uno: un amigo estaba en su casa, en su pieza, luego de volver del colegio, cuando de alguien se acordó y le bajaron las ganas de autocomplacerse. Se acostó en el suelo, a un lado de su cama y procedió. En eso, su hermana, un año menor, abrió su puerta. Sorprendido, el susodicho impostó un ataque convulsivo, miro a su hermana y le gritó: “epilepsia, tengo un ataque de epilepsia…” Lo irónico es que efectivamente el personaje había sufrido en contadas ocasiones de ataques epilépticos. Con esos antecedentes, la hermana efectivamente le creyó, llamó a su madre, y el tipo terminó esa misma tarde en la consulta del neurólogo.
Dos: otro de nuestro compañeritos se encontraba solo en su muy amplia casa. Aburrido, decidió matar el tiempo con una manflinfla, y para variar un poco, decidió que el lugar indicado era su también muy amplia cocina. Tomo asiento frente a una mesa de vidrio en la que la familia solía tomar el desayuno. Bueno, hizo lo que quería hacer y eyaculó sobre la mesa de vidrio. Justo en ese momento siente el ruido de unas llaves abriendo la puerta de la casa. Con el susto quedó helado y no supo como reaccionar. Acto seguido aparece su madre en la puerta de la cocina, y a este hueón no se le ocurre nada mejor que simular un estrenduoso estornudo, tratando de hacer pasar la evidencia por flema. Evidentemente a este no le creyeron, por lo que tuvo que soportar un patética conversación con su dos muy pechoños padres.
El epiléptico con influenza [autor]
Santiago de Chile 2009
Santiago de Chile 2009
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