Fulminado por Zeus

Nunca supe si fue verdad o un rumor, ni ningún detalle que le de verosimilitud a lo que voy a decir, pero tengo entendio que Michel Jackson quiso ser inmortal.

Según recuerdo, él se criogenizaba o algo así, con el propósito de detener el envejecimiento celular y así sobrevivir a todos quienes lo conocieron. No entraré al papel de sicólogo barato acerca de sus múltiples fobias y traumas que causaron ese comportamiento, sino que simplemente constato la candidez que siempre me produjo el personaje, más ahora en su temprana muerte, quizá apurada precisamente por todo lo que siempre quiso evitar.

Tampoco me iré en la mística de funeral de vecino, señalando lo obvio, que todos nos vamos a morir, y que por mucha fama y plata que tengamos, el final es siempre el mismo, porque eso ya lo dijo mejor Jorge Manríquez en las Coplas a la muerte de su padre hace más de 600 años, y porque no deja de perturbarme el caso particular, en el que alguien contemporáneo haya concebido un proyecto serio para lograr el sueño o pesadilla de la inmortalidad.

Quiero referirme a su intento de superar su propia humanidad a través de la ciencia. Es cierto que Michael Jackson quiso transmutar su cuerpo, ser joven e inmortal no como antes, a través de la magia o la literatura, por lo que usó los criterios de verdad que tuvo a mano, sometiéndose a quizá que extraños experimentos médicos, y sin embargo creo que lo que lo movía no era el excentricismo ni la perversidad, sino un afán mágico, no científico, que explica su torva y retraída personalidad. Detrás hay propósitos inconfesables, todos de nariz griega, iniciáticos y afincados en lo profundo de aspiraciones hoy indefectiblemente punibles, por ir no sólo contra la regularidad de la naturaleza sobre la que se basa todo orden, sino contra todos los valores éticos judeo cristianos de humildad.

Michael Jackson tuvo un talento sinigual que lo llevó a creer que podía ser un semidios, y tal vez ayer Zeus lo confirmó al fulminarlo con un rayo.