La frase escrita a principios del XIX por el articulista Mariano José de Larra es un comodín histórico. Hoy España es un dolor para los españoles que ante la impotencia de la crisis tienen que buscar culpables. Eso sí, siempre a la cola del ranking del desarrollo europeo, España es tal vez el miembro más entusiasta de la Unión. Se ofrece para todo, acata los acuerdos aunque otros no lo hagan, somete su realidad social al ajuste económico que sea necesario, se amurra cuando no es invitado a las reuniones importantes, se hincha hablando de Afganistán donde esta semana ha perdido al soldado número ochenta y ocho.
Pero donde más le complica nivelar el rasero con los países desarrollados es en el tema de la inmigración. Y es que pese a los intentos, le cuesta mucho negar la aportación fundamental que la inmigración significó durante los pasados años de crecimiento y bonanza. Por eso, así pa callao, se va cambiado la legislación para endurecer las condiciones de quienes llegan de forma ilegal a la península y clausurar los reclamos europeos de ser la puerta de entrada de la inmigración al continente.
La verdad sea dicha, los agricultores e industriales se frotan las manos cada vez que sale en las noticias la llegada de una nueva patera a las costas españolas. La miseria que cobran los ilegales no les alcanza para regularizar su condición y mucho menos para tener una vida “normal”. Construyen campamentos a las afueras de los pueblos, cerca de las plantaciones donde ejercen de temporeros, volviéndose su situación más desesperada pero su trabajo más barato. Aunque las estadísticas no lo apunten, me da la impresión de que hay más cesantes españoles (cobrando el seguro de desempleo) que inmigrantes ilegales sin trabajo (y sin seguro).
Para ellos, los que sirvieron alguna vez y ahora parece que estorban y rebajan los sueldos, se está cocinando una nueva ley de Extranjería, la cuarta en ocho años. Esta reforma tiene como paradoja que asociaciones de inmigrantes y el partido de derecha, el Partido Popular, están en contra. Pero no es un milagro. Las asociaciones acusan el recorte de los derechos fundamentales; el PP, que la nueva legislación es un “coladero de inmigración ilegal”. ¿A quién creerle?
Lo cierto es que todos los periódicos, unos menos vistosamente que otros, señalan entre las novedades que ofrece la nueva ley, que todos aquellos que no tengan papeles no tendrán derecho a empadronarse ni a recibir asistencia sanitaria y que la reagrupación familiar se permitirá para casos en que el reagrupante tenga residencia de larga duración y sólo para traer a un familiar mayor de sesenta y cinco años. Esto entre otras medidas.
Hasta ahora, todo ser humano que viviera dentro del territorio español recibía atención médica de urgencia y podía empadronarse, lo que implica formar parte de las estadísticas y los planes de ayuda de los ayuntamientos. La idea es que ya no. Lo mismo con el tema de la reagrupación: gran parte del crecimiento demográfico de España se debe a los inmigrantes, de lo contrario la curva o se estanca o incluso decrece. Las asociaciones de inmigrantes estiman que esta nueva ley lesiona gravemente los derechos y libertades de la población extranjera y perjudica los valores de convivencia.
Podría decirse, a vuelo de pájaro, que impedir que los inmigrantes sin papeles aparezcan en algún registro es convertirlos en fantasmas, más transparentes de lo que ya son. Además negar su derecho al más mínimo bienestar es contraproducente con el de los propios habitantes españoles. Implica generar las condiciones para la aparición de guetos, cordones de población marginal, violencia.
En España recuerdan lo que ocurrió en París hace unos años en las masivas protestas por las condiciones de marginación en que malviven los inmigrantes argelinos, marroquíes, nigerianos, entre otros, en los guetos franceses. Pero aún no lo tienen claro. El populismo, las malas gestiones económicas y la misma desigualdad peninsular entre norte y sur, hace de los inmigrantes el placebo de la crisis.
Por CC, desde Sevilla
miércoles, 14 de octubre de 2009
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¡Oh, como duele España!
ResponderEliminarVallejo ya lo decía: “España, aparta de mi este cáliz”. Y concluía:
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!...
Neruda también lo mencionaba en su “España en el corazón” y concluía:
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
Por ahí muchos evocan a España, no sólo como la Madre Patria sino también como un ejemplo y espejo para nuestras repúblicas.
Con esas referencias tan dramáticas, cabe preguntarse de qué han servido esos ejemplos si nos detenemos a mirar a aquellos ilustres legisladores que actualmente quieren impulsar en Chile leyes para regular "migrantes" e “ilegales", con un fuerte olor a racismo bajo el sobaco.
La pregunta capciosa: ¿representan los migrantes peruanos y bolivianos un aporte a la economía chilena, más o menos en los términos que lo hacen sus congéneres y similares en España? ¿Sería igual de injusto emprender y respaldar su persecución?
Que asco!! El antiguo fascismo en estado latente, tan enquistado en el alma de la madre patria, emergiendo en las conservadoras venas del "progresista PSOE" ... tantos años de franquismo debían asomar por alguna parte.
ResponderEliminarPero no sorprende, por desgracia. Y no es solo España. Estos vientos corren por toda la tolerante, cosmopolita y "multicultural" Europa en general.
En distintos países (Holanda, Italia, Gran Bretaña, España, Suiza, etc.), se aprueban leyes anti-inmigrantes y se discuten otras aún peores, como: obligar a los médicos a denunciar a los inmigrantes ilegales a la policía; crear escuelas solo para extranjeros (una especie de apartheid escolar) o ir a "cazarlos" a las salidas de las escuelas cuando van a buscar a sus hijos; o convertir la "condición de irregular" en un delito y arriesgar años de cárcel; o crear redes de Campos de Concentración de Inmigrantes (para su identificación) pudiendo pasar hasta 18 meses encerrados, antes de ser deportados; o la "certificación de validez" de los matrimonios con extracomunitarios (donde van a meterse a tu casa para ver si el matrimonio es "verdadero" y si ellos creen que no, te deportan) ... entre otras iniciativas.
Con todo los inmigrantes trabajan, pagan impuestos (o al trabajar en negro, hacen que sus empleadores los evadan), y mantienen varios sectores de la economía en pié: la agricultura, la construcción, el fútbol o el trabajo doméstico y cuidado de ancianos, entre otros.
De cabo a rabo y de norte a sur, el racismo y la xenofobia van carcomiendo las bases de la declaración universal de Derechos Humanos. Mientras la extrema derecha crece en todo el continente, y la izquierda (la de verdad) brilla por su ausencia.
Tercer Mundo, no queda más que aplicar reciprocidad. Lo que nos hagan, se los hacemos a ellos. Aunque nosotros, los chilenos, con nuestro patético juego arribista de creernos "país emergente a las puertas del desarrollo" ... vamos repiendo sus patrones y sus ideas racistas (contra nuestros vecinos), mendigándoles que nos reconozcan un status diferente. Casi como los judíos que "trabajaban" como guardias en los Campos de Concentración y le lamían las botas al nazi que exterminaba a sus hermanos.
Seré catastrofista. Recuerden que el Holocausto comenzó con leyes similares, luego de una Gran Crisis económica ...
Con mi escrito pretendo criticar la nueva legislación pero eso ha solapado la notable naturalidad con que los inmigrantes van formando parte de la vida cotidiana, al menos en Sevilla y el fuerte apoyo que existe entre la población, expresada en organizaciones civiles que promueven la integración.
ResponderEliminarQuise hacer notar el doble estándar con que el gobierno del PSOE promueve la misma integración mediante programas estatales, y por otro lado, en una actitud genuflexa hacia la UE, aprieta las leyes con el objeto de posicionarse y obtener el favor de las potencias.
En ningún caso la situación es más apocalíptica que antes aunque tiene mala pinta. La nueva ley aún se está debatiendo.
Estimado JC Santa Cruz, cierto lo de "como andamos por casa", pero no se me ponga tan "holo-cáustico" y deje que el cuento continúe.
Tienes razón ... a decir verdad fue una exageración conciente. Tengo claro que es imposible que se vuelva a repetir el Holocausto, pues no están dadas (por suerte) las condiciones históricas y sociales. Y tampoco es el objetivo de tales políticas.
ResponderEliminarPero las lógicas argumentativas que llevaron a tal drama sobreviven en este tipo de inicativas ..., y nunca está demás recordar que antes del holocausto hubo un largo período de maduración del discurso racista hasta hacerse sentido común, luego en un momento de crisis los fanáticos (lo únicos capaces de hacer algo concreto) comenzaron paulatinamente a hacer leyes que limitaban los derechos de los judíos, mientras se preocupaban de mejorar la condición de los "nacionales" (y mejoraron enormente el sistema de Bienestar Social)... hasta que en medio de la locura de la Guerra se les ocurrió exterminarlos. Esto último no tiene por donde repetirse.
Hoy no se defiende la "raza" (pues es políticamente incorrecto), protegemos a las "familias", a la "gente honesta" y todo lo que hemos avanzado como sociedad, de los "problemas que significa la inmigración descontrolada" ... pero teniendo la prudencia de no atacar nunca al "negro", al "sudaca" o al "magrebí" por su condición ...
Tampoco se propone el exterminio de un pueblo, pero si la herradicación, la deportación, la negación de derechos y de asistencia ... como fueran personas de segunda clase.
Que los hijos de inmigrantes tengan nacionalidad francesa y quemen autos no cambia mucho las cosas respecto del tema central: la inmigración no está siendo integrada y más bien el plan de los gobiernos es ir cortando los derechos con la mejor excusa: una crisis económica.
ResponderEliminarLos hijos de inmigrantes entran en el bucle de la marginación y suele ocurrir que quien no entró en el bucle, ha desconocido por completo sus raíces, la lengua de sus padres y las costumbres y se ha vuelto más nacional que los propios nacionales (siempre que sus rasgos se lo permitan).
Creo que lejos del holocausto que anuncia Santa Cruz Grau el argumento de hoy es pragmático: sirven o no sirven, de qué modo sirven, ¿integrados?, ¿pobres?. En Europa that's the (oculta) question...