Siempre que hay elecciones llega un punto en el que pensamos que la gente es tonta. Luego nos arrepentimos y preferimos concluir, compasión y humildad forzada por medio, que la gente no es tonta pero que ha sido engañada. Que la publicidad, que la concentración de los medios de comunicación, que la educación…
¿Es que acaso no se nota quién es quién en la política nacional pese a los intentos de la prensa por emborrachar la perdiz? ¿De verdad tiene más apoyo Piñera que Arrate porque “el pueblo” lo ve más capaz de administrar el Estado? ¿O porque el patrón todavía manda más que las pruebas que lo incriminan?
Para los “progres” las respuestas “democráticas” a estas preguntas, llámese votaciones y encuestas, nos resultan incomprensibles sin las teorías conspirativas o las mediciones de C.I. Las categorías de buenos y malos ya no están de moda. Es un lugar común. O por lo menos, aún más común que los lugares de tonto y víctima. Grosso modo, aquellas llevan casi toda la historia de la humanidad dando vueltas, mientras que éstos, como tal, sólo desde la Ilustración.
No cabe, por supuesto, que el pueblo piense que se está mejor siendo gobernado por la derecha. No cabe porque la derecha significa para los “progres” vivir encadenado a las deudas, a un trabajo precario, a una cultura famélica, represiva, y a una ciudad gris y fragmentada. ¿Y quién siendo pobre quiere vivir así? Sólo un tonto o alguien engañado (ignorante).
O tontos o víctimas. Claro que hay matices. Entre medio hay tontos buenos (mitad hueón y mitad mártir), hay víctimas afectadas sicológicamente y por lo tanto, intelectualmente incapaces (pobres hueones), también está la víctima de su propia tontera (el ahueonao) y un etcétera aún por imaginar que compone la amplia y a la vez reducida gama de electores del país.
Pero, eso sí, los progres siempre tenemos una explicación, porque el absurdo de nuestra condición humana, su inexplicabilidad no es algo inteligible. Necesitamos razones y esas razones nos permiten avanzar, o creer que lo hacemos, aún a costa de todo lo que queda en las sombras.
Los poetas entran ahí donde se acaba el camino. No para decirnos que somos unos gorilas (de eso ya nos encargamos los periodistas), sino para recordarnos que el absurdo es parte de nuestra condición. No para que nos calmemos sino para “quién sabe qué”.
Haciendo una variación un tanto grosera de unos versos de Huidobro, que ya antes parodió Parra, podemos admirar la idea de democracia que inculcan los medios de comunicación a sus atontadas víctimas:
Los cuatro candidatos a la presidencia de Chile
Son tres
Frei y Piñera
http://www.alterinfos.org/spip.php?article3871
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