jueves, 17 de septiembre de 2009

La UDI descubre la evolución

Para la gente que todavía arrastra sus nudillos, es difícil creer que la evolución no es una “teoría” y que los postulados de Darwin son esencialmente correctos. Por el contrario, les es más fácil tener fe en la Virgen (la única mujer que no sólo engrupió a su marido, sino a que millones de otros giles hasta el día de hoy) y fenómenos que al parecer sí les resultan más plausibles como el agua bendita, los milagros, el poder de la oración y las mandas.



Recientemente, el sagaz columnista de El Mercurio, Gonzalo Rojas (de aquí en adelante, “Rojitas”), se lamentó acerca de cómo Darwin, a quien describe como “el precursor de buena parte del racismo contemporáneo”, “se ha puesto de moda” en Chilistán. No contento con advertirnos semana a semana acerca del peligro que el fantasma de Gladys Marín y Guillermo Teillier representan para el país, esta vez su foco de preocupación es aquel científico inglés cuyos descubrimientos arruinaron buena parte del negocio de la Iglesia y, por añadidura, de los partidos políticos feudales a los que adhiere Rojitas.



Contrario a las verdades eternas que defiende este columnista, Darwin sería una moda y, más encima, una moda lamentable. Me imagino que le debe resultar difícil – y frustrante – escribir sus opiniones considerando que, como buen anti evolucionista, Rojitas no posee pulgares opuestos. Sin embargo, eso no es excusa para emitir opiniones desinformadas y un conocimiento de Darwin que parece fundamentado en capítulos viejos de “Érase una vez el hombre” pasados por el filtro de sus apuntes en clases de catequesis.



Es por eso que me llama la atención que en su más reciente columna recoja las enseñanzas de ese falso profeta que sería Darwin y concluya que son aplicables a la política local. Según Rojitas, “Al terminar el enfrentamiento de diciembre, los partidos expresarán en números sus victorias y derrotas: cuántos senadores, cuántos diputados, qué porcentajes, subimos aquí, bajamos allá… Y sus miradas parecerán confirmar la tesis darwiniana sobre la selección natural, que haría desaparecer a los individuos menos preparados y permitiría triunfar a los más aptos”.




El problema, Rojitas, es que en política no siempre sobreviven los más aptos. Si fuera así, tu partido no sacaría los votos que saca ni los multiplicaría con la magia del sistema binominal. El problema, en definitiva, es que alguien que piensa que la evolución postula que el hombre desciende de Lancelot Link y que Dios creó al Tiranosaurio Rex no debiera opinar con tanto desparpajo. Después de todo, Gonzalo Rojas llegó a El Mercurio como el columnista que reemplazaría a Hermógenes Pérez de Arce. Por muy increíble que parezca, eso no es evolución, sino involución.





















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