Un país sin patrimonio cultural es un país sin zzzzzzz…. Perdón, me quedé dormido antes de terminar la idea.
Voy a intentarlo de nuevo, pero esta vez desde otro ángulo:
En Chilistán nos ha dado por celebrar al ministro de Hacienda que se caga con la plata ajena. Sí, me refiero al economista de Harvard que hoy es casi tan popular como la Presidenta (y ciertamente más querido que Frei y Piñera). Hasta hemos llegado a inventar la leyenda de cómo éste se mantuvo incólume ante las presiones de politiqueros que lo instaban a subir el gasto social y ahora que estamos en crisis y nos quedan algunos pesos en la alcancía, nos damos cuenta de lo visionario que fue.
Una de las cosas que más se le han aplaudido últimamente – y que no guarda relación con su vida privada – es su plan de estímulo fiscal de 4 mil millones de dólares. Al parecer, el consenso es que es una medida oportuna. Dado que mis conocimientos de economía chilistaní terminan donde comienza mi flojera para abrir el cuerpo B, no voy a mandarme las partes y criticarla.
Lo que sí voy a hacer es llamar la atención acerca de nuestra limitada concepción de lo que es un estímulo. Hace poco estaba viendo el desglose de platas del plan de estímulo económico de EE.UU y, específicamente, cuántos dólares se destinaron a las iniciativas artísticas. El Fondo Nacional de las Artes (National Endowment of the Arts) repartió casi 30 millones de dólares para estos efectos. Es cierto, 30 millones de dólares parece poco si se piensa que el estímulo total asciende a 787 mil millones de dólares. Sin embargo, es más que cero y, por cierto, asciende a cerca de 30 millones de dólares más que lo que Chilistán le ha dedicado a proyectos artísticos en un período económico donde mucha gente no tiene acceso (ni la plata para acceder) a nada que huela a cultura.
No es novedad destacar que el descuido de las artes es una de las grandes carencias de Chilistán, país que se vanagloria de su seriedad y modernidad al compararse con las republiquetas de nuestra indómita región, esas casas a mal traer que echan a perder el barrio donde los chilistaníes somos la envidia de todos. Ya Carlos Tromben comentó en su blog cómo durante la Gran Depresión el gobierno de EE.UU financió a toda una generación de dramaturgos, artistas y escritores. ¿Qué es lo que impide que se realicen iniciativas similares acá?
Alguien dirá: claro, pero eso es gringolandia y esto es Chilistán. Es cierto, pero si quieren buscamos ejemplos más cercanos. Uno interesante es el caso de Argentina, cuyo gobierno aprobó en marzo un subsidio para escritores mayores de 60 años que no tienen acceso a una jubilación. ¿Qué tan aventurado, qué tan bananero, qué tan irresponsable, qué tan poco serio es hacer este tipo de cosas?
Quién sabe. Hoy se anunciaron los resultados del Fondart y seguramente alguien más hará estas mismas y otras preguntas. También volveremos a oír las acusaciones anuales de arreglines, las críticas a los supuestos apitutados y los cuestionamientos a la naturaleza misma del Fondart. Qué por qué el Centro Cultural Mori de Benjamín Vicuña y Gonzalo Valenzuela se adjudicó casi 100 millones de pesos para mejorar su infraestructura cuando es posible que existan organizaciones que necesiten esos fondos con mayor urgencia y puedan darles un uso del que se beneficie más gente. Qué por qué la mayor suma del Fondart para los libros asciende a apenas 30 millones de pesos. Qué si los 9 mil 300 millones de pesos que se repartieron son suficientes o no.
Desconozco las respuestas y me parece que a Chilistán le pasa lo mismo. A un país sin un proyecto político jamás se le va a ocurrir que las artes también requieren de un estímulo fiscal y con mayor razón si se trata de una crisis económica. A un país en que la ley nos fuerza a poner nuestra jubilación en manos de conglomerados que apuestan nuestra plata como si estuvieran en el hipódromo (y la pierden de la misma forma) no se le va a pasar por la cabeza que un escritor pueda necesitar una pensión solidaria.
En fin, eso es todo lo que tenía que decir sobre el tema. No propongo soluciones porque no las tengo. Eso lo dejo para mis primus inter pares, Frei, Piñera y Enríquez-Ominami, que este domingo nos enseñaron cómo pretenden “conquistar el voto de la cultura”.
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