martes, 28 de abril de 2009

El día en que me la medí con Frei

Por CC (conocer al corresponsal)

Podría decirse que existe la certeza de que a Frei Montalva lo asesinó Pinochet. Todo calza aunque no haya informes ni autopsias que lo demuestren. El gran misterio ahora está en el rostro del hijo, en su extraña actitud desabrida tras la que guarda una sublime ambición de poder.

Seguramente ya antes lo han apodado el Hamlet chileno, no sé si por el simple hecho de ser hijo de un mandatario asesinado o porque estaríamos ante un astuto político que se hace el soso: táctica similar (Hamlet se hacía el loco) a la ideada por el príncipe danés para engañar a la corte y al rey, su tío, y así averiguar lo que realmente ocurrió con su padre.

La única imagen “humana” que tengo de Frei Ruiz Tagle viene del día en que coincidimos meando en los baños del Estadio Nacional. En 1990 el susodicho era senador y yo un adolescente metalero que había acompañado a su madre a ver a Serrat después de diecisiete años de dictadura. Coincidimos en el largo urinario del baño de la zona Andes. Yo sabía en ese entonces que Frei era un político conocido. Lo habría visto en la tele, lo reconocí por la nariz y la cara de nada. Pero no me interesaba en lo más mínimo. Seguramente lo escruté con disimulo, como hacemos en los urinarios para comparar tamaños, sin llevarme ninguna sorpresa, salvo que al verme se quedó mirándome fijo, como haciéndose el choro. Mantuve la mirada hasta que me di cuenta que ya no me quedaba nada por mear, sacudí y me fui. Miré hacia atrás y el seguía meando (nótese que cuando llegué ya lo estaba) y mirando al techo. Mi orgullo de adolescente me susurró que le diera un empujoncito para que se salpicara entero. Cosa que no hice, claro está.

Ahora me asaltan preguntas que tampoco le habría hecho en ese momento, pero que tal vez sí habrían motivado una medición de verga más detenida.

Me inquieta su impasividad pública, no sé cómo actuará en privado, ante el asesinato de su padre. Tantos años sin pedir explicaciones, sin salirse de madre, manteniendo la compostura y un silencio aterrador. O lo hace todo por salvaguardar la seguridad del Estado (por la patria); o lo hace todo por salvaguardar su carrera política (por su culo).

Puede ser una mezcla de ambas.

¿Qué le dirá en sueños su padre? ¿Soñará? ¿Se hará el desabrido o esa cara que usa hábilmente para aburrir a diestra y siniestra es un accidente? ¿Guardará en el fondo de sus sentimientos el deseo de venganza, ya no sólo contra los verdaderos culpables, sino contra el país entero? ¿Considerará a su padre como un fracasado, por haber sido asesinado por los mismos a quienes apoyó y por los que brindó?

Como dijo alguna vez el gran Marcel Schwob, “en la materia sentimental, en lo mínimo, en la imaginería, se destila la verdadera historia”.

5 comentarios:

  1. Había que tener un anécdota como el tuyo para animarse a escribir sobre Frei, buena la foto también.

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  2. entonces, lo de la relación entre el tamaño de la callulla y el miembro es sólo mito?, que lástima porque yo soy bien narigón.

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  3. Bueno, justamente hay que pensarlo por el lado contrario: un personaje tan inexpresivo le da cancha a la imaginación.
    Rena: el tamaño de la callulla es por las mentiras. Te delataste. ¿Cuánto calzas?

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  4. Acá tengo lista mi libretita para anotar las medidas: zapato,callulla y fomedad de Frei

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  5. Te pasaste, releo este post a altas horas de la noche, luego de preparar una clase sobre historia política de chilistán, y creo que este artículo califica dentro de lo mejorcito publicado por este humilde pero empeñoso medio.

    Salú.

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